lunes, 9 de septiembre de 2013

Capítulo 6 ~ Provocaciones

La campana sonó despejando los pensamientos que tan rápidamente se habían acoplado en mi mente. Por suerte la hoja de mi libreta no estaba vacía —del todo—. Tenía un par de apuntes y unos cuantos dibujos de alas y pájaros detrás de éstos. Pude mostrarle mis apuntes al profesor Jackson, que me miró no del todo conforme. ¿Se verían los dibujos transparentados?
Supuse que si me dejó marchar, fue porque era mi primer día, así que no le di más vueltas y salí del aula pensando en una única cosa:
—Hola de nuevo, señorita Adams... 
Exactamente en eso... Aquella voz... Aquella ominosa y detestable voz. No tardé mucho en detectar el olor a tabaco. Y por la fuerza del hedor, me atrevería a afirmar que acababa de terminar de fumarse uno de esos pestilentes cigarros.
—Ho-hola —elevé la barbilla apretando los labios, sintiéndome un poco cohibida. No sólo por su voz que intimidaba, sino por el tufo a tabaco.
—¿Ocurre algo, señorita?
—¿Qué? ¿Por qué lo dices? —comencé a caminar.
—Tu tono de voz me lo ha revelado —me siguió, con las manos en los bolsillos.
—No deberías hacerle caso a mi tono de voz. Hago teatro, ¿sabes? Puedo hacerte creer lo que a mí me apetezca.
—Uuh... —dijo dándole un toque fantasmal—. Qué miedo me da, señorita...
—¿Te importaría dejar de llamarme señorita? Es algo... incómodo.
Levantó las manos.
—Como usted mande.
Me giré.
—No. Tampoco me trates de usted. Tutéame, te doy permiso —sonreí.
—¿Permiso? http://i602.photobucket.com/albums/tt104/demigrrl/jon%20kortajarena/tumblr_lfavzabE2Q1qc04l9o1_400-1.gif
—Así es. Permiso —sonreí leve.
—Bueno... supongo que en eso mandas tú... http://i.imgur.com/3O41O.gif
—Oye... ¿Te importaría?... —miré su cigarro.
—¿Te molesta el humo?
—Sí... Y a ti también debería molestarte... Es asqueroso —achiqué los ojos y fruncí el entrecejo. El olor ya me había llegado. Era nauseabundo.
—Perdona. No lo sabía.
—Ya. Ya sé que no lo sabías. Pero ahora que lo sabes.., —volví a mirar su cigarro—, ¿te importaría apagarlo?
—¿Qué más te da si el que se lo está fumando soy yo?
—¿Qué? —pregunté desconcertada y alterada. Ese chico me ponía de los nervios—. Si fumas a mi lado me conviertes en fumadora pasiva. 
—¿Debería sentirme culpable? http://25.media.tumblr.com/tumblr_l6ts7yF5sS1qzfdvco1_500.gif
Rodé los ojos.
—Mira... Haz lo que quieras —le miré con desprecio y me alejé a un paso rápido. Él se quedó atrás, continuando con su amado cigarro.
A pesar de que me había ido con tanta seguridad de que, verdaderamente quería marcHarme, no fue así. Me arrepentí a los pocos segundos. ¿Acaso te apetece estar con ese idiota? Vamos, Susan... ¡Ni siquiera lo conoces! Avancé por un pasillo, en busca de la cafetería.  http://29.media.tumblr.com/tumblr_lw1al3xsVX1qaackno1_400.gifFinalmente, escuché unos pasos acelerados a mis espaldas. Se volvió a incorporar a mi marcha.
—¿Por qué te molesta tanto?
Guardé silencio, pese a que estaba deseando hablarle.
—¿No vas a dirigirme la palabra? —rió. http://29.media.tumblr.com/tumblr_lq7nitw32s1qcm2x8o2_500.gif
—Me molesta porque el olor es asqueroso. Deja mal olor en la ropa y en el pelo. Se acopla a todo. Y encima es dañino. No sé por qué lo consumes... Pagas para matarte a ti mismo. Es... estúpido —fruncí el entrecejo.
—Creo que tienes toda la razón en eso... http://31.media.tumblr.com/29c0338b0df1a306fe8f568cc44df840/tumblr_mq5ml8yLKN1r00jioo1_500.gif
—¿Y si crees que la tengo, por qué fumas? —me detuve en seco, y le miré seria. Esperando una respuesta.
—Bueno... —se encogió de hombros—, supongo que ya no hay vuelta atrás. Es difícil dejarlo.
—Si no hubieras empezado no tendrías que dejarlo ahora.
—¿Tú no tienes ningún vicio, o qué? —dijo con una sonrisa traviesa.
—Lo cierto es que ahora mismo, no.
—Eso no es cierto. Todo el mundo tiene algún vicio. No tiene por qué ser perjudicial.
—Todos los vicios son perjudiciales. Al igual que todo en exceso es dañino.
—¿Siempre buscas tener razón?
—Intento tenerla siempre, sí.
Se quedó en silencio. Continué caminando hasta llegar a la cafetería. Estaba abarrotada, y yo estaba hambrienta. Agudicé el oído y noté la ausencia de ruido a mi lado. Intenté mirarle de soslayo, pero no estaba. Me giré sorprendida. Se había ido sin avisar. Me quedé boquiabierta, detenida en medio de la cafetería atónita. ¿Cómo se puede tener tanto descaro? Definitivamente, ese idiota era más maleducado de lo que pensaba. Busqué con la mirada un lugar en el que sentarme, pero todos los puestos estaban ocupados ya. Me acerqué al mostrador y me llevé en una bandeja una porción de pizza de jamón y queso, con unas cerezas de postre, y un agua fría. Salí de la cafetería, era como una especie de camping con mesas y ese tipo de cosas. Al parecer había más gente fuera que dentro. Por un día que hacía sol en Forks, quería disfrutarlo. Ser la nueva no estaba siendo tan incómodo como me imaginaba... Al menos la gente no me rehuye. Sonreí de lado mientras cogía asiento en una de las mesas vacías de fuera. La pizza tenía un olor delicioso, y tuve prisa por comérmela, temiendo que pudiera enfriarse por el viento que había a mi al rededor, así que le di un mordisco. Para mi infortunio, la pizza estaba ardiendo, por lo que me quemé la lengua y parte del labio con el queso fundido. Apreté los labios y me aparté rápidamente la pizza de la boca. Bufé intentando enfriarlo, pero yo ya me había quemado, y odiaba esa sensación. Sentí que alguien tenía la mirada posada en mí a lo lejos, por lo que levanté la vista con delicadeza y disimulo para comprobar quién era. 

Cómo no... Era Kevin. Comiendo... ¿una manzana? Sí que se cuidaba ese tipo... http://i1235.photobucket.com/albums/ff421/lypsou/Jon%20Kortajarena%20Gifs/Sans-titre-23.gif http://25.media.tumblr.com/c719a442ec6b27fff497c0f43e7d38f7/tumblr_mmfoc1KklY1s50p4ro1_500.gif En cuanto se percató de que noté su mirada, él apartó la suya. Me di la vuelta, aunque sentía aún sus ojos clavados en mi espalda. Levanté la vista de la bandeja y solté un leve suspiro. El césped crujió levemente, y supuse que se trataba de él, acercándose.

—Hola.
Por desgracia no me equivocaba... Guardé silencio, sin contestarle. Aunque eso me costó. Sus facciones se curvaron en un gesto confuso.
—¿Hola?
Continué sin abrir la boca. Dedicándome a dar pequeños sorbos a la botella que tenía en frente. Aún fría por suerte.
—¿No me hablas o qué? —dijo divertido. Tomó asiento y se cruzó de brazos, mirándome.
Levanté la vista y ésta vez sí le miré. Pero volví a desviarla. Su gesto se torció, ahora tornándose serio.
—Eso no es muy educado por tu parte —se atrevió a comentar.
—¿Disculpa?
Sonrió al ver por fin una reacción.
—Sólo he dicho la verdad.
—¿Por qué iba yo a comportarme con cortesía cuando antes te has ido sin avisar siquiera? Me has dejado hablando sola.
—No estabas hablando.
—Imagina que sí.
—En ese caso hubiera avisado.
—Mientes —le miré.
—Yo nunca miento.
—Acabas de hacerlo —arquee una ceja.
—Quién sabe http://26.media.tumblr.com/tumblr_lg0t4cvYIr1qbgivgo1_500.gif
—¿Eres modelo? —inquirí.
Se giró y me miró sorprendido por aquel giro trascendental que adquirió la conversación.
—¿Modelo?
—Sí.
—¿Qué? ¿Por qué lo preguntas? http://i602.photobucket.com/albums/tt104/demigrrl/jon%20kortajarena/tumblr_lfavzabE2Q1qc04l9o1_400-1.gif
—Eres el único chico del instituto que come manzanas en lugar de pizza o esas cosas... —no quise añadir el hecho de lo terriblemente guapo que era. Eso me lo reservé para mí.
—No. No soy... modelo http://25.media.tumblr.com/4c06af4026585256ffe8a38397b65842/tumblr_msmquta2KV1s5cnbqo1_400.gif
—Vaya... pues... hubiera jurado que sí.
Sonrió.
—¿Vas a decirme por qué te fuiste antes?
—Tuve que irme http://data.whicdn.com/images/60505151/large.gif  
—¿Ah sí? ¿Y eso por qué?
—Tuve que ocuparme de unos asuntos personales. Nada fuera de lo normal. No le des importancia.



Asentí.
—¿Puedo pues preguntarte yo por qué te importó tanto que me fuera?
—No, no puedes... Aunque creo que acabas de hacerlo. 
Enarcó una ceja.
—No me gusta que me dejen con la palabra en la boca. Es de mala educación irse sin avisar, ¿sabes?
—Es divertido verte enfadada.
Alcé una ceja, incrédula.
—¿Disculpa? —pregunté molesta.
—Me divierte verte enfadada.
—Eso es porque aún no me has visto enfadada de verdad.
—¿Te veré algún día?
—Lo dudo —me levanté.
Encendió otro cigarro.
—¿Lo haces adrede? —pregunté mientras me giraba y le miraba con hastío.
No contestó. Mi mirada se perdió en el humo que desprendían sus labios, http://24.media.tumblr.com/tumblr_mdm4elWcyq1qb7ikeo1_500.gif y poco tiempo después, ya pude sentir el ominoso hedor que desprendía.
—Pues disfruta de la contaminación —me levanté enfadada, y me fui. Por suerte la alarma acababa de sonar. Saqué el horario de mi bolsillo y lo desdoblé—. Hmm... ¿Literatura? En el segundo piso... Aula 18 —me puse a caminar tan rápido como me fue posible, no tenía ganas de encontrarme otra vez con aquel energúmeno. Al llegar a clase, el profesor estaba solo, sentado en su mesa. Al parecer éste profesor llega antes que los alumnos... Me dije a mí misma. Entré y caminé hacia las mesas del fondo, donde más tranquila estaba. 



lunes, 2 de septiembre de 2013

Capítulo 5 ~ "La nueva"

La ventana se había cerrado en toda mi cara y yo tan solo pude resbalarme en el suelo. La goma del zapato estaba empapada, y chirriaba en el suelo ocasionando un molesto ruido. Por suerte me agarré a tiempo del mármol que había justo debajo de aquella odiosa ventana que acaba de cerrarme el pico. Recuperé la respiración —o al menos eso intenté—, y tras el último suspiro, abrí los ojos y me quedé frente a la ventana. Posé mis nudillos sobre ella y apreté el puño, meditando en esa elección. Toca, Susan. Toca y suplica que te atiendan... Me aconsejé a mi misma, en un arduo intento de convencerme. Los alumnos paseaban a mi al rededor, sin prestarme más atención de la que yo les prestaba a ellos. Bufé y sin pensármelo dos veces más, toqué con insistencia al duro y grueso cristal. Se podía ver en el interior como la secretaria, vestida de un color rosa muy llamativo, preparaba unos papeles y hacía caso omiso de mis advertencias. Tenía el cabello marrón oscuro, y llevaba unas gafas de pasta de color negras. No era muy alta, y parecía no ser demasiado vieja. Debería tener unos 35 años, más o menos. Me aclaré la garganta y me atreví a decir:
—Disculpe. Sé que... sé que llego... —miré mi reloj, echándole un rápido vistazo—3 minutos tarde, pero.... —la mujer, ni si quiera se giró. Tan solo añadió:
—Está cerrado —vaya... de eso ya me había dado yo cuenta... Murmuré.
—Lo sé, pero... Escuche, hoy era el último día para entregar ésto y... Bueno, digamos que necesito la vacante.
—¿De veras? Si tanto la necesitaba ¿por qué no llegó puntual? —ordenó unos papeles, pero continuó sin girarse.
—¿Disculpe? A... acabo de tener un accidente —dije con un tono enfadado.
—Anda... esa excusa no me la habían puesto antes... Oh, espera... Sí. Sí que me la pusieron. Hace un año, creo recordar.
—¡Eh! —volví a tocar con más insistencia, y con un tono más duro—, ¿puede prestarme siquiera un minuto de su valiosa atención? —pronuncié con sarcasmo.
—Lo haré en cuanto usted muestre un ápice de educación e interés. 
Me mordí la lengua para no soltarle ninguna barbaridad. Apreté los puños y conté mentalmente: 1... 2... 2 y medio... Susan, relájate, vamos... No puedes ir por ahí gritándole a la gente.
—Disculpe. Pero llevo esperando años para entrar a éste instituto. Y de veras he tenido un accidente. Es más, mire.
Me aparté un mechón de pelo de la frente y giré mi rostro hacia la izquierda. Aproximándose a la sien, había una profunda herida, y aún quedaban restos de sangre, puesto que no había podido limpiármela antes. La secretaría esta vez sí se giró, y me contempló con asombro.
—Vaya... Parece grave. Tenemos una enfermería. Debería pasarse por allí después.
—¿Entonces me atenderá? —dije con una sonrisa de excitación.
—A ver esos papeles... —dijo sin más remedio. Abrí la bandolera y los saqué para entregárselos.
—Oh, y... tenga, la foto.
Saqué de mi bolsillo una foto de tamaño carnet y la dejé sobre el mostrador. Había tenido suerte esta vez. La secretaria observó los papeles y los marcó con un sello. Después fotocopió uno de ellos y me lo entregó.
—Bienvenida al instituto de Forks, señorita Adams.
—Muchísimas gracias, de verdad —guardé el papel en la bandolera y le pregunté:— Disculpe... ¿Podría decirme el día que puedo comenzar con las clases?
—Hoy mismo si así lo desea. Espere un segundo —se giró y rebuscó en unas carpetas, agarró un bolígrafo que se ataba a una goma elástica en la misma mesa, y lo estiró para tachar unas casillas—. Me temo que su tutor es el señor Jackson. Busque el aula 15 y pregunte por él. Entréguele éstos papeles y él sabrá qué hacer. Y ahora, si no le importa, me retiro.
—Está bien, muchas gracias —añadí.
—Ha sido un placer. Hasta pronto.
Salió de la secretaria cogiendo su abrigo, bolso y llaves, y cerró. Me di la vuelta contenta por fin de poder asistir a un instituto decente —o al menos el único que había en el pueblo—. Me detuve de golpe al escuchar otra vez la voz de aquella mujer, y me giré para mirarla y no darle la espalda.
—Pásese por la enfermería. Ese golpe no pinta nada bien...
Me dedicó una fugaz sonrisa y se marchó. Yo asentí, devolviéndole una débil sonrisa no muy perceptible. Me di la vuelta para continuar mi camino. Qué mujer más extraña... No hacía ni 10 minutos estaba de un humor inaguantable, y de golpe y porrazo, se ha convertido en la mujer más encantadora y amable del instituto... Ojeaba el papel y los carteles en los que se plasmaba el número de las aulas, intentando encontrar la número 15. Los pasillos estaban casi desiertos. Ya había tocado el aviso y todos los alumnos se habían introducido ya en sus respectivas clases. Al fin divisé el ominoso letrero con el número 15. Me detuve frente a la puerta y suspiré intentando tranquilizarme. Decidida posé mis nudillos sobre la puerta y tardé unos segundos en reaccionar. Cuando al fin me vi dispuesta a golpear la puerta, una voz masculina me interrumpió.
—¡Espera Jennifer!
Me giré sorprendida, al ver que sí se dirigía a mí.
—Creo que te has equivocado...
Se alarmó ruborizándose en cuanto me giré.
—¡Oh! ¡Perdona!... —se tapó la boca—. Pensé que... Bueno tienes el mismo pelo que...
—No importa, tranquilo —le sonreí.
No tenía ni idea de cómo se llamaba aquel chico, pero me había quedado completamente petrificada con su pelo. Era completamente negro y brillante. Parecía tener un kilo de gomina. Lo llevaba hacia arriba, con una cresta que le quedaba asombrosamente bien. Tenía los ojos oscuros y una piel casi tan pálida como la mía. Vestía con una camisa negra con la estampa de Kiss. Uno de mis grupos de música preferidos después de ACDC. Sus pantalones también eran negros, y parecían un poco desgastados. Dejé de observarle, y me dediqué a escuchar sus preguntas.
—¿Eres nueva? —preguntó.
—Sí. Acabo de inscribirme hace... 5 minutos aproximadamente —reí.
—Vaya... No suelen venir muchos alumnos nuevos...
—Lo sé... Es una oportunidad única, la verdad... Esto... llego tarde —estiré mi mano y la posé sobre el pomo de la puerta, pero él me detuvo.
—Oh, permíteme —abrió la puerta. Y entramos. El olor de aquella clase era una bomba atómica para mis fosas nasales. Tenía un olfato demasiado bueno, y podía husmear casi cada partícula de mal olor que había encerrada allí. Al entrar todos nos miraron. Me quedé agazapada a su lado, avergonzada por notar miles de miradas fijas en mí. El profesor se quedó mirándonos y al final dijo:
—Llega tarde señor Boyd.
El profesor Jackson era un hombre mayor. De unos 50 años aproximadamente. Tenía un pelo canoso y grisáceo. Aunque podía distinguirse que años atrás lucía un cabello negro azabache. Sus ojos eran azules, y vestía con unos pantalones de lino de color marrones, junto con una camisa blanca y una corbata bastante hortera. Su voz era ronca y grave. Por no hablar de su perfume tan fuerte. 
—Pensé que eso no era una novedad, profesor —contestó el muchacho de los pelos de punta. La clase rió ante su comentario. Y yo por el contrario, me sorprendí.
—No comience con sus idioteces. Siéntese en su puesto y cierre el pico durante los 37 minutos restantes que quedan de clase.
—¡Sí, señor! ¡De acuerdo, señor! —simuló estar en la mili. Reprimí una risa. El profesor rodó los ojos y me miró.
—¿Quién es usted, señorita? —arqueó la ceja.
—Oh, disculpe. Mi nombre es Susan. Susan Adams. La secretaria me dio ésto para usted —introduje mi mano en la bandolera y saqué los papeles para entregárselos. Éste los ojeó.
—Vaya... ¿Usted es la alumna que sustituye al señor Roxburgh?
—No sé cómo se llamaba, pero sí... creo que sí.
—Sin duda —no despegó su vista de los folios—. Bien, pues... Siéntese... —ésta vez sí levantó la vista y la dirigió por la clase—, ahí mismo. 
Señaló una mesa al fondo de la clase, curiosamente muy cercana a la del alumno que acababa de encontrarme fuera y que le había vacilado al profesor de aquella forma tan cínica. Me senté y pude sentir como éste me miraba fijamente, con descaro. Pude detectar un nauseabundo olor a tabaco. Fruncí el entrecejo y arrugué la nariz, incómoda por aquella sensación que tan poco me gustaba. Me removí en el asiento, con desagrado. De verdad que odiaba ese olor. Para mi disgusto, pude ver a través del rabillo del ojo, cómo el muchacho estiraba su cuello hacia mí, y empezaba a susurrar. 
—Señorita Adams... —chistó. 
—¿S-sí? —intenté reprimir las ganas de gritarle que por favor se alejara de mi rostro. Maldito tabaco... 
—Oh, nada. Sólo me quería presentar a tan bella mujer. 
Mi gesto se tornó confuso e incluso más incómodo que antes. 
—¿Disculpa? —alcé una ceja, incrédula. 
—Mi nombre es Kevin. ¿Cuál es el tuyo? 
—¿Qué? —dije confusa—. Acabas de escuchar mi nombre no hace ni 2 minutos... —reí levemente. 
—Bueno... sería descortés por mi parte no preguntarlo aunque lo supiera —se estiró en la silla, haciendo que se balanceara en el suelo. Sólo se sostenía por las dos patas traseras. 
—Vas a caerte... —comenté divertida. Me giré, y dejé de mirarle.
—Todo lo malo siempre conlleva a algo bueno, señorita Adams. 
Reí. 
—¿Qué bueno hay en caerse de la silla? —pregunté con curiosidad.
—Que así llamaría tu atención. Y posiblemente vendrías a socorrerme.
—¿Socorrerte? Te has caído de la silla, no de un quinto piso... 
—Aún no me he caído... 
Me quedé en silencio. 
—¿Cómo te llamas? —volvió a preguntar. Dudé en si de verdad se había enterado, o de verdad le preocupaba ser descortés.
—Susan. Y mi apellido ya lo conoces. 
—Finjo no conocerlo. 
Reí. 
—¿Por qué lo haces?
—Me gusta oír tu voz. 
—Acabas de conocerme —reproché. 
—Eso no es excusa. ¿O sí?
—No lo sé. 
—Entonces es un no.
Me encogí de hombros, intentando no seguirle el rollo. Era el típico payaso de la clase que creía poder ligarse a cualquier chica con su elocuente humor. 
—¿Eres de Forks?
—Obviamente, sí. 
—¿Obviamente? ¿Por qué no podías ser de Londres?
—Espera, espera... Me has liado. No soy de Forks. Vivo en Forks... —me corregí a mi misma. 
Rió. 
—¿Y de dónde eres?
—De Volterra. 
—Oh... Es muy bonito. 
—No sabes dónde está, ¿verdad? —alcé una ceja, presuntuosa.
—No. ¿Se ha notado mucho o qué? 
—Demasiado... 
—¿Dónde está Volterra?
—En Pisa. Italia... 
—Oh.... La Toscana... 
—Lo has dicho a voleo —no fue una pregunta. 
—¿Qué? ¡No! —dijo divertido mientras introducía la mano en su cresta.
—Lo has dicho a voleo... —repetí también divertida mientras no dejaba de mirar la pizarra. 
—Está bien, sí... Lo dije a voleo. Pero aún así te hice reír. 
—No me río de lo que dices... Sino de tu poca inteligencia... —reí.
—¿Me estás llamando tonto? ¿O es que yo soy demasiado lerdo y pienso mal?
—Piensas mal... —pensé que se daría cuenta del tono en el que lo dije, y descubriría que estaba siendo irónica. De pronto gritó en medio de la clase:
—¡Bambino
La clase echó a reír. Me giré y le miré estupefacta. Recorrí la clase hasta posar mi mirada sobre la faceta irritada del profesor Jackson. 
—Váyase fuera de la clase —ordenó el profesor. 
—¡¿Pero por qué bambino?! —dijo mientras se levantaba. 
—¡Váyase fuera de la clase, señor Boyd! —alzó la voz y la clase se giró hacia él petrificada. El chico de pelo oscuro y cresta engominada, me miró y antes de irse comentó por lo bajo: 
—Nos vemos luego, Adams... 
Dejó caer aquellas palabras en un susurro inquietante. Salió de la clase a un paso firme y soberbio. Con la barbilla bien alta. Casi parecía bailar en lugar de andar. Negué varias veces con una sonrisa incrédula y divertida a la vez, por su comportamiento tan descarado. Saqué mi libreta y seguí la clase. Aunque no pude retirar de mis pensamientos aquellos ojos negros tan expresivos.