lunes, 12 de agosto de 2013

Capítulo 3 – Nos vamos a Arizona.

31 de octubre de 1994

Habían pasado los años, Susan y Aro seguían viéndose en el bosque, seguían paseando juntos con Ali, aunque éste ya había crecido. Hoy era el cumpleaños de Susan, y su madre le había preparado una tarta de chocolate y vainilla, con unos cuantos profiteroles. Susan había estado recogiendo florecillas durante toda la semana, y las había guardado todas a buen recaudo en uno de los floreros de su habitación, se las iba a regalar a Aro, ya que él también le había prometido un regalo para ese día. Después de remojar por última vez todo el conjunto de flores, agarró un plástico y las precintó con él, como si de un ramo de novia se tratase. No le quedó perfecto, pero ella quedó satisfecha con su trabajo. Bajó a la cocina y allí estaba Lily, junto a Michael, su marido.

—Lily... no sé si podemos permitirnos esto...
—Claro que sí, Michael, no digas bobadas.
—No son bobadas, no llegamos a fin de mes... Esto no es bueno para Susan.
—Por eso mismo, Michael. Es normal que te paguen tan poco. En Aquila Foresta no hay casi trabajo... Es un pueblucho de porquería... Ni siquiera hay colegios estables. Susan necesita buenos estudios. Ya sabes... Conocer nuevos amigos.
—¿Sigue empeñada en su amigo imaginario?...
—Así es. Y no es ese el futuro que quiero para nuestra hija, Michael. ¿Qué mejor regalo que mudarnos de ciudad? —Michael chistó a su mujer.
—Mira ahí está... —dijo en voz baja—. ¡Cariño! ¡¿Cómo está mi pequeña florecilla?! —Michael corrió hacia Susan y la elevó en sus brazos, dando vueltas sobre sí mismo—. Felicidades, mi pequeña —Lily contempló la escena con una sonrisa tierna.
—¡Gracias papá! —Michael la soltó con cuidado en el suelo, y Susan corrió hacia Lily.
—¡Felicidades, cariño! —dijo Lily con entusiasmo—. Ven, siéntate aquí. Tenemos una sorpresita para ti —Lily miró a su marido, y asintió guiñándole un ojo, indicándole que todo saldría bien.
—Cariño... quiero que sepas que esto es solo temporal... Hasta que papá encuentre un buen trabajo, ¿sí?
—¿Qué?... ¿Por qué dices eso papi?... —Preguntó Susan un tanto angustiada.
—Papá y yo hemos decidido que tu regalo sea mudarnos, hija... ¿Siempre quisiste vivir en Arizona, verdad?
—Como ya he dicho antes, eso será sólo provisional, Susan... —Interrumpió Michael.
—O no —contradijo Lily.
—S... sí... —Susan sonrió forzosamente—. Me... me parece muy bien... —Pero entonces le llegaron miles de imágenes y pensamientos en los que Aro estaba siempre presente. ¿Debería dejarlo todo e irse a California? ¿Dejar para siempre su amistad con Aro, su mejor y único amigo?
—No hay más remedio, querido —insistió la madre— además, Susan... Allí te lo pasarás genial. Conocerás nuevos amigos, podrás ir a una mejor escuela...
—Nuevos amigos... —Repitió Susan con pesar.
—¿Por qué no le preguntas a Aro si quiere venir con nosotros? —añadió Michael. Lily le miró con recelo y negó seria.
—¡Sí! Puedo preguntarle hoy...
—Claro que sí, pequeña... —continuó Michael sin hacer caso de las miradas inquisidoras de su mujer, acariciando la cabeza de Susan.
—Bueno, te prometí que si te terminabas todos los espaguetis te prepararía tu postre preferido, y como has cumplido, yo también lo he hecho —Lily se dio la vuelta y sacó de la nevera una bandeja con la tarta. La dejó sobre la mesa con entusiasmo y después sacó un plato repleto de profiteroles.
—¡Profiteroles! ¡Gracias mamá! —Los ojos de Susan se abrieron de par en par.
—¿Le dejarás uno a papá? —Dijo Michael, poniéndole morritos a su hija.
—¡No! —bromeó Susan.
—¡¿No vas a dejarle ni uno a tu pobre papaíto?! ¡Eso está muy mal! ¡Muy pero que muy mal!
—¡Estaba bromeando! —Dijo Susan con una risilla.
—Lo sé, pequeña... —Sonrió su padre.
—Michael, procura que Susan llegue antes de las 20:00. El avión sale a las 22:00 y tenemos que estar una hora antes en el aeropuerto. Voy a preparar las maletas —Michael asintió, mientras sujetaba a Susan en su regazo.
—Mira papá —dijo Susan mientras introducía un trozo de tarta de chocolate en su boca, y se llenaba los dientes de cacao. Sonrió con amplitud para mostrárselos y juntos rieron—. ¡Mira, parece que no tengo dientes!, ¿verdad?
—Pareces una bruja malvada... —Dijo Michael añadiendo un matiz espeluznante a su voz. Susan continuó bromeando, y untó la cara de su padre con el chocolate, se persiguieron el uno al otro por toda la casa, jugando como si fueran los dos niños pequeños—. Susan... si quieres salir un rato a pasear... —Miró su reloj—. Que sea ahora. Tienes que volver antes de las 20:00, como dijo mamá. ¿De acuerdo?
—¡Vale, papá!
—Pero antes lávate los dientes. Que mira cómo te los has puesto... —Dijo su padre riendo levemente. Susan asintió también con una pequeña carcajada. Se lavó los dientes tan rápido como pudo, subió a su habitación, cogió el ramo de flores y bajó de nuevo hasta la entrada.
—¡Adiós, papá!
—¡Cariño! —Interrumpió el padre. Se asomó a la puerta y frunció el entrecejo, confuso—. ¿Para quién es ese ramo de flores?
—Oh... ¿esto? Es para Aro, papá. ¡Él también va a regalarme algo!
—¿Ah sí?... —Dijo dubitativo el padre—. Bien, bueno... Diviértete... Y recuerda: antes de las 20:00, eh. No me hagas salir a buscarte.
—Sí papá... —Respondió Susan con pesadez. Salió, cerró la puerta con vigor y corrió contenta hasta el interior del bosque, donde de costumbre quedaba con su compañero Aro. Llegaba con una hora de antelación, y sabía que tendría que esperarle allí. Tenía buenas y malas noticias. Se iría, pero ya tenía pensado convencerle para que él también viajase junto a ella. Tenía esas esperanzas, y ya se imaginaba sentada en el avión junto a su mejor amigo contándole historias como de costumbre. Podía imaginar sus risas en el avión, y como la azafata les reñía por armar escándalo. Sin darse cuenta, ya estaba a punto de llegar al prado en el que siempre se encontraban, cuando volvió a escuchar el grito de siempre... Pero esta vez era la voz de un hombre. Miró de un lado a otro y se decidió a investigar de dónde procedía aquel grito. Corrió aplastando las hojas otoñales que el tiempo había dejado caer de los árboles que rodeaban aquel bosque, hacía frío. Finales de octubre, y lo más importante, Halloween... Todo el poblado estaba decorado con calabazas y adornos con esqueletos, calaveras, fantasmas, etc. Susan pensó por un momento, que aquel grito se debía a algún grupo de niños que habían asustado a un hombre. Pero era muy improbable que un hombre con aquella voz tan grave se hubiese asustado por unos críos. El corazón de Susan latió con más intensidad al toparse con un cuerpo en el suelo, y una figura vestida de negro, con una casaca negra tapando la mitad del hombre que yacía tirado en la húmeda hierva del bosque. Dio uno pasos hacia atrás y se quedó perpleja, sin saber cómo reaccionar. Chocó con uno de los troncos que le rodeaban y lo hizo crujir. Aquella silueta encapuchada, se giró con rabia, soltando un gruñido, se retiró el capuchón, y en aquel momento, Susan sintió como su corazón se detenía por momentos. Los labios empapados en sangre de aquel hombre, que para ella eran perfectamente reconocibles, acababan de captar la atención de la pequeña. Su vista se desvió momentáneamente hacia el cuello de la víctima de aquel hombre encapuchado, y finalmente se atrevió a mirarle a los ojos. Bajó la mirada frunciendo el entrecejo y curvando los labios. Por la forma que tomaron las fracciones de su cara, se podía apreciar a simple vista que estaba a punto de romper a llorar. Estaba asustada. Su mejor amigo no era quien parecía ser...
—Susan... ¿qué haces aquí?... —Dijo Aro intimidado mientras se limpiaba rápidamente los restos de sangre con la manga de su toga.
—Vete... —Dijo Susan con una voz temblorosa.
—Susan... escúchame, pequeña...
—¡NO! —Gritó Susan.
—Por favor, pequeña... Escúch... —Susan interrumpió.
—¡No quiero escucharte! ¡Tú has matado a ese hombre! Y todos los gritos que se escuchaban siempre eran por tu culpa. Tú mataste a todas esas mujeres...
—Tiene una explicación, mi niña... —Aro se acercó a Susan estirando también su brazo para acariciarla.
—¡No! ¡Cállate! —Susan lanzó al suelo el ramo que con tanto esmero había elaborado para él, y echó a correr pensando en todas aquellas historias que Aro le contaba. Todas tenían sentido ahora... Él era el vampiro de esas leyendas. Todo ese tiempo había estado en peligro constante por su culpa. Podría haberme matado a mí... Pensaba Susan una y otra vez mientras corría envuelta en llantos y lágrimas. Hoy podría haber sido yo la víctima... Y no hubiese vuelto a ver a mis padres... Ni a Ali... Negó varias veces sin dejar de correr, pero las palabras de Aro aún seguían resonando en su pequeña cabeza. “Era un hombre de piel fría, y apresaba a mujeres y hombres para que fuesen sus servidores.” “Nunca quiso ser lo que era, pero no tenía más remedio.” “Bebía oleadas de rubís y carmesís vinos...” “Así pues se mantenía fuerte. Era el encargado de vigilar a todos sus descendientes.” Antes de que se diera cuenta, ya estaba de nuevo frente a su casa, allí estaba Ali, que corrió a por ella al verla sollozando. Ladró un par de veces y Michael salió a ver lo que ocurría.
—¿Qué ocurre Ali? —Se asomó al porche, y allí vio a Susan corriendo hacia él.
—¡Papá! —dijo sollozando.
—¡Susan! —continuó preocupado su padre mientras la cogía en brazos y apoyaba su mejilla en la cabeza de la pequeña—. Ya está mi cielo... ya está... Estás con papá... ¿Qué ha pasado hija mía?... 
—No quiero volver a verle más... —dijo Susan con una voz entrecortada por el llanto.
—¿A quién, cariño?... —Susan no contestó—. Vamos dentro... —Michael acarició el cabello de Susan y entraron los tres en casa—. Ali, vamos... Sabes que Lily no te deja estar dentro de casa. http://25.media.tumblr.com/8f34a115606812e5369d56debceaf6e5/tumblr_mlo6mtF67e1qecd6uo3_r1_500.gif
—Papá déjale aquí... —dijo Susan tartamudeando. Su padre la miró y se dejó cautivar por su llanto.
—De acuerdo... http://24.media.tumblr.com/tumblr_m6fg1t5lQj1qc0mroo1_250.gif ¿Vas a contarme qué ha pasado? —Susan negó cabizbaja—. Ya veo... Han sobrado unos cuantos profiteroles. ¿Quieres unos pocos? Mamá no tardará y cuando estemos en el avión no te dejarán comerlos. —Susan volvió a negar. Después de la escena que acababa de ver, no tenía ningunas ganas de comer nada—. Bueno... Si quieres sube con Ali a tu habitación. Mamá ya ha hecho tus maletas, pero sube por si acaso se le ha olvidado algún juguete. —Esta vez Susan asintió, y se levantó de la silla de la cocina para ir hasta su habitación. Ali la seguía. Se quedó en su habitación en silencio, decepcionada.
—Menudo cumpleaños... —Dijo consternada— no pensé que sería así... Yo lo había imaginado bonito... —Suspiró y se sentó en su cama. La acarició, y se tumbó lentamente sobre ella. Intentó asumir que esa sería la última vez que lo hacía. Cerró los ojos, pero le seguía viendo a él, a sus labios repletos de sangre http://24.media.tumblr.com/babafcfa28ccb5dfb295cf83c4544ed3/tumblr_mmepd0X63c1rxkc3uo1_500.gif Se levantó débilmente, y rebuscó en sus cajones, habían unas cuantas fotografías de cuando ella era más pequeña. Cogió una de ellas, y se quedó mirándola.


—¡Susan! ¡Baja! ¡Mamá ya está aquí! —Gritó su padre desde el porche.
—¡Voy! —Dijo Susan. Fue a coger las demás fotos, las sacó del cajón y las colocó encima de la mesa.
—¡Date prisa o llegaremos tarde!
—¡Sí, papá! —Se quedó mirando las fotos, pero solo le dio tiempo a llevarse la que tenía en la mano. Bajó rápidamente junto a Ali, y se montó en el coche. Se quedó cautivada observando cómo se iban alejando de su hogar. Su vecina la señora Brown, sacudía la mano despidiéndose de ellos. Susan hizo lo mismo, con una sonrisa inapreciable. La señora Brown era una mujer anciana, de cabellos blancos y desordenados. Se quedó observando el coche hasta que desapareció detrás de los árboles, y se alejó de la ventana. Alguien llamó de repente a su puerta. Mostrando un gran entusiasmo.
—Ya va... ¡ya va!... —dijo con una anciana voz. Abrió la puerta, allí estaba un hombre de cabellos oscuros y recogidos. De una tez pálida y cetrina—. ¿Quién es usted? —preguntó extrañada.
—¿Dónde está Susan? ¡Sé que usted sabe dónde está!
—¿Qué? No sé quién es usted, váyase... —La anciana fue a cerrar la puerta, pero éste la detuvo.
—Le he dicho... que dónde está Susan... Y... le aseguro que más le vale que me lo diga... —Le miró con frialdad, y una pizca de odio.
—La familia Adams se acaba de ir.
—¿Irse? ¿Irse a dónde?
—Eso no puedo decírselo. ¿Quién demonios es usted? —lo miró de arriba a abajo.
—¡Por favor tiene que decírmelo! —Agarró los hombros de la anciana, ocasionádole un fuerte dolor, casi sin darse cuenta.
—¡Le he dicho que no lo sé! ¡Suélteme o llamaré a la policía! —Forcejeó la anciana.
—Por favor... Dígame al menos si volverán... —Aro la soltó, y bajó la mirada rendido.
—¡No volverán! ¡Se han ido para siempre! Y no me extraña con la de locos que hay por este pueblo. ¡Acabaré mudándome yo también! —Pegó un portazo y cerró con cerrojo, aunque se quedó observando por la mirilla. El hombre que acababa de aporrear la puerta se había quedado aún más pálido de lo que ya estaba. Se quedó cabizbajo frente a la puerta, hundido y mustio. A los minutos reaccionó, apretando los dientes. Temblaba de la rabia, miró la rendija de la puerta por la que la señora Brown estaba acechándole, y ésta se hizo hacia atrás, apartándose lentamente asustada. Aro se alejó lleno de ira, y fue hacia la casa de Susan. Aporreó la puerta con cólera, pero no obtuvo respuesta.
—¡ABRE, SUSAN! ¡ABRE LA PUERTA! —Gritó, pero continuó sin contestación. Bajó la mirada con enojo y tiró la puerta abajo de una patada. La anciana vigilaba todo desde su ventana, y al ver cómo ese hombre rompía la puerta, corrió a llamar a la policía. Mientras tanto, Aro subió las escaleras con furor y rapidez. La puerta de la habitación de Susan estaba entrecerrada. La abrió de un manotazo, e incluso se abolló con la pared al chocar. Entró colérico y avanzó hasta su armario, lo partió en dos partes, y lanzó las puertas esparciéndolas por la habitación. Gruñía y gritaba con rencor. Giró su rostro hacia la ventana y se quedó pensativo, apoyando las manos en el escritorio. Comenzó a sollozar por primera vez en muchos siglos, y bajó la mirada. Las lágrimas resbalaban por sus frías y pálidas mejillas formando un caminito mojado. Abrió los ojos y se encontró con tres fotografías. Las cogió e hizo un montón. Las pasó una a una, y el ver aquellas imágenes, ocasionó que su llanto aumentase y fuera incluso más doloroso... 



Acarició el rostro de Susan y sonrió tristemente. Desvió su mirada hacia la carretera, unas sirenas policíacas se escuchaban llegar. Aquella odiosa mujer... Apretó los puños y guardó las fotos en su túnica. Atravesó la ventana, y se introdujo rápidamente en el bosque. 

1 comentario:

  1. ¡Bravo! Me ha encantado este capitulo, por el momento es uno de los que más me ha gustado *-*

    Espero con ansias el próximo capítulo

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